jueves, 14 de octubre de 2010

Nuestra propia existencia

Científicos afirman que el ser humano, cuando nace, no ha completado aún su desarrollo embrionario; otras especies, en cambio, a los minutos de nacer son capaces ya, por lo menos, de andar. Sin embargo, los seres humanos necesitamos meses, práctica y ayuda para ser capaces de coordinar mínimamente los movimientos de nuestro cuerpo.
Y no sólo eso. Además, harán falta muchos más años y cuidados específicos para alcanzar la vida adulta y llegar a realizar de manera satisfactoria las actividades propias de nuestra especie. Sin contar con que este proceso puede truncarse en cualquier momento, ya que además de delicados somos sumamente complejos.

En efecto. El resto de animales nacen preparados para lo que será su vida futura, de modo tal que están previstas casi todas las situaciones a las que tendrán que enfrentarse. Están determinados por programas genéticos, a los que llamamos instintos, que tienen como misión resolver todas las situaciones problemáticas a las que pueden enfrentarse a lo largo de su existencia.
Sin embargo, los seres humanos nacemos a medio hacer y esta situación se prolonga a lo largo de toda nuestra vida. Es como si naciésemos antes de que hubiera habido tiempo para "instalarnos" nuestro propio programa. Así pues, nacemos sin programa, lo cual significa que no tenemos de antemano las respuestas a las situaciones con las que nos encontramos. Y, ¿qué ocurre cuando me encuentro con una situación a la que no sé responder? Pues está claro, tengo un problema
Esto a los animales no les ocurre, ya que tienen todas sus preguntas respondidas y prefijadas; es como si a una paloma la asustas, sabes de antemano que saldrá volando, aunque no vayas a hacerla ni el más mínimo rasguño.

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